Crítica por Miguel Á. Refoyo
"El terrorífico lobo feroz"
El debut de Lionel Delplanque oculta su pobre argumento tras una lograda estética
visual que recuerda en todo momento a los grandes genios del 'giallo' italiano.
Premiada en festivales como los de Deauville o Sitges y acogida con la venia de crítica y público, por fin ha llegado a las pantallas españolas la obra debut de uno de esos directores llamados a ser el enésimo 'enfànt terrible' del cine galo, el joven Lionel Delplanque. Un director con gran sentido del espectáculo visual enquistado como nueva esperanza del cine europeo de terror. El argumento de 'En lo profundo del bosque' es la ofrenda al famoso cuento anónimo 'Caperucita Roja', tomado aquí para inquirir en las diversas y tenebrosas sublecturas que tiene la célebre fábula infantil (sobre todo en lo que se refiere al lobo feroz) y de paso desmembrarla y fusionarla a elementos psicoanalíticos y enfermizos, al horror, la aberración y una constante inquietud que sostiene, con agilidad irregular, una trama tan pobre como previsible, pero a su vez dotada con un infrecuente atractivo sombrío y turbio.
Las imágenes, a medio camino entre la espectacularidad y el sortilegio, llenas de fuerza y visualidad, impregnan su espíritu de los grandes logros de los maestros del 'giallo' italiano. Delplanque hace un descarado facsímil intencional de muy cuidada especulación cinematográfica, bebiendo de los manantiales referenciales de Dario Argento, Mario Bava, Ricardo Freda y, en más de una ocasión, de Michele Soavi, con el que encuentra varios puntos paralelos. 'En lo profundo del bosque', carente de trasgresión en cualquiera de sus conceptos fílmicos, potencia su escaso interés en un esplendor visual, asentado en la fuerza del sentido narrativo que Delplanque recarga hasta el refinamiento más excesivo. Virtud y vicio de una exigua cinta 'gore' que, por algún extraño motivo, está destinada a ser, con consecuencia, una obra de culto de futuras generaciones. Tal vez, el guión de Annabelle Perrichon y el propio director, encubra, tras una necedad absoluta y carente de sentido, previsible y tediosa, una sólida proposición de la expresión más definitoria acerca de la obsesión y la demencia, vinculando ambos conceptos con una perturbación basada en el sexo y la muerte.
'En lo profundo del bosque' recuerda, en casi todo su desarrollo en interiores, a una obra de similares características que se ha perdido en la memoria de la cinematografía gala como es 'Game Over: se acabó el juego', de René Manzor, filme con el que el debut de Delplanque tiene infinitas conexiones formales y argumentales, sobre todo en la intencionalidad neogótica y oscurantista de sus imágenes. Pero con una gran diferencia entre ambas, ya que el nuevo realizador francés se toma tan en serio su labor de narrador visual, su condición de nuevo talento prometedor, engrandeciendo tanto su figura, que termina por convertirse en el dómine de la función, haciendo que su labor esté por encima de cualquier otro aspecto del filme. Desprovista del habitual humor cínico e irónico de los últimos productos norteamericanos, 'En lo profundo del bosque' plantea una inquietante subversión en la reiteración del género, en su siniestro ambiente, en las cuidadas imágenes que buscan constantemente el decoro y la belleza sensual, el ornamento de un escenario realzado por la luz y la fotografía de Denis Rouden, que llegan a recordar a algún grabado de Mondadori.
El lóbrego castillo, todos sus personajes dotados de una antipatía insoportable y una sexualidad ambigua y sediciosa (factores vitales para mantener esta mediocre cinta), el efectismo sutil de los asesinatos y algunos retazos de brillantez trasgresora son los elementos destacables de un guión disforme y empobrecido, pero con ciertos momentos de gracia inesperada (como la aparición surreal y estúpida de un policía extraño, el fabuloso prólogo gótico o algunas secuencias del 'body count' argumental) que otorgan al filme de Delplanque el beneficio de la duda. 'En lo profundo del bosque' denota, como conclusión, varios puntos de interés hallados, fundamentalmente, en su definida puesta en escena y en su bellísima tonalidad visual. No obstante, esta ópera prima malgasta ese potencial con una carencia absoluta de originalidad u ofrenda clasicista, disipada y empobrecida por un planteamiento genérico insustancial y soporífero que escuda su calidad en la atmósfera fantástica y malsana, casi surreal, que acaba por transformarse aquí en la gran cualidad que hará de esta pequeña cinta de terror una obra de culto.
© 2001 Miguel Á. Refoyo
Imagen © 2000