Crítica por Mateo Sancho Cardiel
No sé qué me pasa con las películas de Montxo Armendáriz que nunca me acaban de convencer. Tanto en "Las cartas de Alou" como "Secretos del Corazón" tenía que convencerme a mí mismo de que los hechos que acaecen me tenían que emocionar, de que eran aparentemente importantes y desgarradores, para así considerar que la película era profunda y madura, pero las imágenes y los diálogos por sí mismos no conseguían hacer ningún efecto sobre mis sentimientos. Esta sensación de autosugestión he vuelto a experimentarla viendo "Silencio Roto", la que es ahora mismo la película preferida de la crítica más especializada.
Y es que, reunificando ahora todas las virtudes de esta historia de maquis, ciertamente creo que "Silencio Roto" es una buena película, pero durante la proyección no podía evitar sentirme a kilómetros de distancia de los personajes y las dramáticas situaciones, me cuente lo que me cuente parece que la acción no arranca. Entre esas virtudes se encuentra el mínimo maniqueísmo con que Armendáriz nos presenta la polémica y tan fácil para la manipulación temática de la posguerra española, porque, aunque se posiciona claramente a favor de la ideología antifascista, no duda en criticar la actitud de estos maquis que no dieron por terminada la guerra y siguieron combatiendo a los efectivos de Franco desde las montañas. Así, se propone una interesante reflexión sobre lo absurdo de la guerra y cómo todos los extremos acaban tocándose. Pero además, por una vez, los héroes de guerra no son los hombres que van a luchar, sino las mujeres que quedaron viudas, aguantaron a sus maridos mutilados o, simplemente, nunca llegaron a saber qué fue de ellos. La tortura psicológica de vivir sin saber a qué atenerse y bajo la intensidad que el tiempo cobra durante la angustiosa espera. Y de nuevo, las elipsis a las que recurre, con excepción del magnífico retrato de la Guerra Civil en apenas dos imágenes y dos sonidos, acaba de nuevo con la transmisión de emociones al patio de butacas. Fallos narrativos aparte, lo mejor de "Silencio Roto" es una ambientación sobresaliente. Hay que reconocer que, si bien mediante la historia no nos introducimos demasiado, la vida en el pueblo y los maravillosos paisajes de Navarra realmente impresionan al espectador. Deslumbrantes atardeceres en los hayedos contrastan con la oscura humedad de las casas rurales y los ajados vestuarios. A destacar también las interpretaciones que, como suele ocurrir en nuestro cine, son más destacables en los personajes secundarios que en los principales. Si bien Lucía Jiménez, aunque al principio cuesta creerla en su papel, tiene dos escenas realmente impresionantes, pero a Juan Diego Botto le queda grandísimo su rol de maqui voluntarioso y optimista, pues no contagia ninguna de las dos cualidades. Por ello, son mucho más destacables las intervenciones de su propia hermana, María Botto, la veterana de Mercedes Sampietro y un largo etcétera con muchos nombres anónimos pero rostros bien familiares.
Resumiendo, es ésta una película de más rico comentario que desarrollo, que aunque pretende dar una visión algo olvidada y renovadora de la posguerra, no puede evitar caer en un continuo dejà vu , en la repetición de ideas. Una pena, porque esa base que la hace ser, pese a todo, una buena película, tiene por contrapartida que uno no deje de pensar en las grandes posibilidades que tenía, en manos más talentosas, de ser una obra maestra.
© 2001 Mateo Sancho Cardiel
Imagen © 2001