Crítica por Javier M. Tarín
La comedia como género continúa proporcionado interesantes filmes que lejos de mantener una actitud complaciente con la realidad se ponen al servicio de indagar sobre la condición humana. No hace demasiado tiempo la comedia se consideraba todavía como un género menor que no alcanzaba las virtudes del melodrama o la tragedia, pero gracias a las contribuciones clásicas y en la actualidad a películas como las de Francis Veber, la comedia cinematográfica puede considerarse una forma de expresión con una carga crítica y de catarsis tan válida como otros géneros mejor considerados tradicionalmente. En ese sentido Veber destaca el hecho de que la comedia no es un género ligero como normalmente se piensa y para ello se remite a los clásicos del género como To be or not to be de Ernest Lubitsch, que se desarrolla en el gueto de Varsovia en época hitleriana.
Salir del armario utiliza elementos propios de la comedia como la introducción de un elemento desestabilizador -la supuesta homosexualidad del protagonista- que permite abrir una serie de equívocos de carácter cómico; o como una puesta en escena -en especial de la fábrica de preservativos- claramente artificial al servicio de la construcción de determinados gags de manera muy eficaz. Pero al mismo tiempo, en su interior se mezclan rasgos propios del drama con resultados melodramáticos, especialmente al principio del filme. La escena inicial es altamente significativa a la hora de describir a François Pignon y su situación personal. El hecho de ser el único desplazado de la foto de la empresa indica su condición de marginado en el entorno laboral.
Paradójicamente, en términos narrativos, este hecho lo sitúa en el centro de atención del espectador/a, que empatiza rápidamente con el personaje: no ríe de él sino con él. A continuación, Pignon se entera de su despido en los servicios, en los que el jefe de personal habla con el fotógrafo, que siente lástima porque no ha podido salir en la foto. Félix Santini -Gérard Depardieu- responde que no importa porque va a ser despedido. Las desgracias de Pignon no quedan en eso. Abandonado por su mujer hace dos años, pero todavía enganchado a ella, le llama para darle la noticia. El teléfono suena pero ni su ex-esposa Christine, ni su hijo Frank lo cogen porque saben quién es.
La patética cadena de acontecimientos parece abocar al personaje al salto al vacío desde su balcón, pero la intervención de Balone, su nuevo vecino, lo impide con bastante sentido del humor. Tras oír la historia de Pignon le propone que se haga pasar por homosexual para mantener su trabajo. Se introduce así el elemento desestabilizador clásico en la comedia: un personaje dice ser lo que no es y a partir de ahí se provocan las situaciones cómicas. Tal es la operación que pone en marcha el proceso de cambio de la vida de Pignon.
El filme va a girar a partir de ese momento en torno al tema del cambio de actitud hacia el protagonista por parte de todos cuando su homosexualidad se hace pública, es decir, cuando sale del armario con unas fotos bastante patéticas, por cierto. Y todo es una cuestión de mirada porque Pignon seguir á siendo el mismo, no hará nada especial, pero más de uno se atreverá a afirmar que lo sospechaba por su forma de mirar o sus gestos. La homosexualidad perseguida y penada socialmente se ha convertido hoy en algo glamuroso que puede dar prestigio a una empresa, especialmente si se fabrican preservativos.
El problema de fondo es precisamente ése. Más que respeto hacia los homosexuales se trata de la asunción de la misma por razones de marketing, es decir, de orden económico. Aunque este hecho supone un avance respeto a lo anterior -Balone fue despedido por su homosexualidad- queda mucho por hacer respecto a la aceptación social plena con todos los derechos que tienen hoy los heterosexuales. De hecho, el propio relato introduce personajes homofóbicos que llegan a dar a Pignon una paliza. En definitiva, el filme, aparentemente ligero y sin trascendencia, trata de la cuestión de lo políticamente correcto, de esa tendencia social hacia un respeto simulado pero que en realidad tiene más que ver con lo económico que con la aceptación real.
© 2001 Javier M. Tarín
Imagen © 2000