Crítica por Joaquín R. Fernández
Ya iba siendo hora de que en España estrenaran alguna producción animada japonesa. Cierto es que el mundo occidental, acostumbrado a la fabulosa calidad de las producciones Disney, encontrará un poco de retraso tecnológico en los dibujos, profundidad y animación de este tipo de productos, pero la merma en el contenido no existe; al contrario, al destinarse sobre todo al público adulto, las historias interesarán a todos menos a los niños.
La Princesa Mononoke es una película repleta de inventiva, digna de una persona (Hayao Miyazaki) que sabe lo que quiere. Ambientada en un universo de dioses y humanos, enseguida introduce al espectador en la historia gracias a sus trepidantes y fabulosos primeros minutos. Se ha hablado mucho del mensaje ecologista del filme. Es cierto, existe, pero, en mi opinión, más importante es el hecho de que, ante todo, el protagonista busca la convivencia entre seres distintos (de ahí que los dos bandos existentes lo tachen de traidor en numerosas ocasiones). Y eso es lo mejor (al menos en el argumento) de La Pricesa Mononoke: no muestra a unos buenos buenísimos o a unos malos malísimos. Todos realizan, en algún momento del filme, alguna acción que perturba la paz de los otros, pero en ningún caso nos da la sensación de que tales hechos se llevan a cabo por una maldad sin sentido, sino que más bien las limitaciones de la naturaleza, de la propia vida, hacen acto de presencia. Es decir, se critica el juzgar a los demás sin conocerlos, de pensar que nada pueden aportar a tu forma de vivir. Así, los humanos no respetan a la naturaleza, pero no lo hacen simplemente porque no de se dan cuenta de su belleza, de todo lo que les puede ofrecer. Sin embargo, la temible Lady Eboshi, por ejemplo, sabe cuidar de los suyos, les da trabajo a las prostitutas y a los olvidados leprosos, rechazados por la sociedad. Por su parte, los animales se equivocan al pensar que todos los humanos son iguales, que todos merecen la muerte. Ellos también aprenderán algo (como muestran las secuencias en las que un lobo y un alce se saludan al encontrarse, cuando antes el primero hubiera atacado al segundo sin dudarlo).
Además de todo lo comentado, La Princesa Mononoke presenta unos personajes muy poderosos, en referencia a su trabajada personalidad. Ashitaka, un joven guerrero que busca sobre todo la curación de su extraña enfermedad, pero también la paz de todos aquellos que lo rodean, lleva todo el peso de la acción, nos sentimos identificados con él, deseamos que logre el objetivo por el cual abandonó su aldea y a los suyos. Pero, seguramente lo mejor es el papel que las mujeres tienen en el filme. No son simples comparsas en la historia, sino que, tal y como demuestran Sam (la Princesa Mononoke) y Lady Eboshi, son fundamentales en el desarrollo del argumento. Se echa en falta, eso sí, más humor, más gags, y eso que los japoneses son unos expertos en el tema, pero eso resalta aún más la seriedad de lo que se nos cuenta.
Buscarle aspectos negativos al filme es difícil, pero existen. Por ejemplo, pienso que será difícil de ver en vídeo, puesto que para alcanzar toda su magia (como pasa con algunas películas) es necesaria la presencia de una pantalla gigante y de una sala oscura. En casa, donde uno se distrae enseguida, el ritmo de la cinta puede parecer, en ocasiones, lento. Por otra parte, que en los minutos finales algunos personajes cambien de parecer tan repentinamente (sin un atisbo de duda, al menos), suena un poco a recurso típico de la animación japonesa. También está la técnica, claro, nunca magistral pero suficientemente buena como para que lo que de verdad nos importe sea la historia, como tiene que ser. Males menores, en todo caso (el doblaje, por cierto, no lo criticaré; está muy cuidado, es fabuloso, como casi siempre sucede en el cine de este tipo).
Finalmente, he de reconocer que he ido a ver esta película por la música de Joe Hisaishi. Es decir, previamente a ver el filme, y gracias a una recomendación, pude escuchar esta banda sonora, y realmente me pareció muy buena. Una vez contempladas las imágenes que han servido para crear dicha música, he de decir que se trata de una banda sonora muy sólida, porque, aunque se puede escuchar sin necesidad de tener la película presente, dentro de ésta se desarrolla con una pefección encomiable. Además, oírla dentro de una sala dotada de sonido digital es una experiencia única, maravillosa, gracias, sobre todo, a ese maravilloso tema central, precioso y pegadizo, del que, sin embargo, Joe Hisaishi no abusa. Del resto hay que destacar los temas de acción, contundentes, y la música que adorna los paisajes que el protagonista va recorriendo. Es decir, en este caso la banda sonora hace aún más grande a la película. Sólo criticar el tema que se escucha en las secuencias finales, más que nada porque se extiende a través del piano, y ese momento, memorable, necesitaría de la utilización del tema principal con toda la orquesta. Por lo demás, portentosa.
© 2001 Joaquín R. Fernández
Imagen © 1999 Miramax Films
Miramax Films
1997 (versión original), 1999 (versión norteamericana)
133 minutos
Dirigida por by Hayao Miyazaki
Escrita por Hayao Miyazaki Guión en inglés y adaptación por Neil Gaiman
Elenco (voces en inglés):
Billy Crudup .... Ashitaka
Claire Danes .... San, Princesa Mononoke
Minnie Driver .... Lady Eboshi
Gillian Anderson .... Moro
Billy Bob Thornton .... Jigo
Keith David .... Okkoto
John Di Maggio .... Gonza
Tress MacNeille .... Fundidora
Jada Pinkett .... Toki