Crítica por Mateo Sancho Cardiel
Reconozco que esta película es algo vacua, superficial, tópica en su argumento, pero existen contados casos en los que sólo la factura técnica justifica la valoración positiva, y muy positiva en este caso, de una película. Se pide a gritos un filme que resulte diferente, lo nunca visto, y las imágenes que nos ofrece Baz Luhrmann en "Moulin Rouge" son, visualmente, absolutamente innovadoras y deslumbrantes. Con su tendencia al exceso, el director australiano ha apostado más fuerte que con su anterior película, "Romeo y Julieta de William Shakespeare", y ha diseñado un videoclip de gigantescas dimensiones, de cuidadísima estética y con actores de primera categoría. Es un proyecto de difícil realización y, a pesar de algunos momentos de estridencia audiovisual, hay que reconocer el valor de un trabajo muy bien hecho.
La historia, como es fácil suponer, nos sitúa en la vida bohemia de Mont Martre, a principios de siglo, con la ebullición de los Ismos, representados en la figura de Toulouse Lautrec, y con la pasión por el arte y el espectáculo que se da cita en el mítico cabaret del "Moulin Rouge". Allí llega un humilde poeta para realizar una obra romántica, con el amor como protagonista principal, y se enamorará de la más famosa estrella de aquél festivo lugar: Satine, bellísima bailarina, cantante y prostituta. Pero, como he dicho, la trama es lo menos importante en esta película. Porque es un musical, género que empezaba a ser monopolizado por la Disney hasta que en los últimos años, con obras de gran calidad como "Bailar en la Oscuridad" o "On connait la chanson", está descubriendo nuevos y fascinantes campos. Como esta última película francesa, "Moulin Rouge" hace una soberbia y ambiciosa adaptación de numerosos éxitos de todos los tiempos que hacen las veces de diálogos, y que se intercalan, se mezclan, se cambian, para obtener un resultado brillante en las voces de Nicole Kidman y Ewan McGregror, actores de registros vocales sorprendentemente competentes. Madonna, Marilyn Monroe, Sting, The Beatles o Whitney Huston son algunos de los artistas trasladados al paraíso del Can-Can y adornados por números musicales que van desde lo manido e irregular a lo poderoso y sublime.
Pero, por encima de su aspecto musical, está la dirección artística. Preparada para recibir el Oscar, junto con maquillaje, peluquería, etc., la imaginería desbordante que fusiona dos tendencias separadas por un siglo en una hechizante estética es sin duda lo mejor de la película. Luces, colores, formas, en el espectáculo o fuera de él, recrean motivos orientales, hindúes con apoteosis de luces de neón y juegos de focos de colores. Un deleite absoluto en la magnificencia de una producción realizada con imaginación y buen gusto.
En consonancia con esta belleza aparece sensual, versátil, desenfadada e inmensa Nicole Kidman. Su interpretación toca todos los registros: desde la comicidad a la tragedia, con un físico que enamora desde su primera aparición. Un trabajo impresionante a todos los niveles, que se ve perfectamente acompañado por los actores Ewan McGregor y John Legizamo.
Así, "Moulin Rouge" es un espectáculo más que una película, pero eso no le resta el menor interés como acontecimiento cinematográfico, para admirar en la gran pantalla.
© 2001 Mateo Sancho Cardiel
Imagen © 2001