Crítica por Mateo Sancho Cardiel (Festival de Berlín, 11-Feb-01)
Antes de empezar la rueda de prensa, la hija de Dino De Laurentiis se ha apresurado a decir que "Hannibal" ya ha batido en Estados Unidos récords de taquilla en su primer fin de semana. Como si no supiera que rara es la vez que la crítica coincide con el público, esto no ha calmado los nervios de todos los peridodistas, cuyo enojo al final de la proyección no le ha regalado a ésta ni el aplauso de cortesía. Esta película no sólo no está a la altura del original, sino que nos presenta uno de los finales más absurdos y estúpidos que hemos visto en la pantalla en mucho tiempo. Pero sería, por otra parte, injusto el tachar a esta secuela de "El silencio de los corderos" de fracaso absoluto o de basura cinematográfica. Realmente, hasta el final todo es bastante correcto. En ningún momento tiene la garra de su precedente, porque parece que la acción nunca arranca, pero hay aspectos dignos de mención. Por un lado, Ridley Scott realiza todo un ejercicio de estilo a partir de exteriores muy bien buscados, iluminación muy bien dirigida y, sobre todo, unos elegantes movimientos de cámara que nos demuestran que, aunque sea uno de los direcotres más irregulares de Hollywood, su savoir faire siempre está presente.
A lo largo de más de dos horas, el espectador recorre suntuosos palacios, el auge renacentista de Florencia o la oscurdiad de Washington; y nos regala varias escenas de gran impacto visual. Todo un gusto para nuestros ojos. Los oídos también quedan satisfechos gracias a la composición de Hans Zimmer, que repite con Scott tras el Oscar que ya casi tiene asignado por "Gladiator". Por otro lado, al principio, el personaje de Hannibal sigue en plena forma. Ilumina la pantalla con sus buenos modales, su lengua afilada y su elegancia a la hora de asesinar. Todo lo que sale de su boca es un desafío a la inteligencia de los personajes y de los espectadores. Anthony Hopkins retoma con brío el personaje que le lanzó al estrellato, como si los diez años que le separan de él no le hubieran hecho mella. Y Julianne Moore cumple la difícil tarea de soportar con dignidad las comparaciones con la interpretación que le valió a Jodie Foster su segundo Oscar, pese a que la presencia de su personaje ha sido notoriamente mermada.
En papeles menos importantes descubrimos a Giancarlo Giannini, Francesca Neri y, sólo al leerlo en los créditos, a Gary Oldman, irreconocible como una víctima de nuestro querido Caníbal. Sí, efectivamente, es una verdadera lástima que tengamos que quedarnos con esos últimos quince minutos que echan por tierra todo lo trabajado anteriormente. Si antes decía que parece que nunca pasa nada, todo se amontona en un final precipitado.
Un desmadre que suena a tomadura de pelo, que se convierte en una serie B de mal gusto, con cierto toque de gore y hasta con una disparatada pasión fatal. No comprendo cómo el minucioso Hollywood ha podido desperdiciar una oportunidad como esta para reconciliar lo comercial con la calidad. Pero es evidente que esto no ha importado, pues sabemos de sobra que "Hannibal" se va a convertir en uno de los taquillazos más espectaculares de los últimos años, pues al igual que la saga de Star Wars, apuesta a caballo ganador. A expensas de una tercera parte ya confirmada, los más nostálgicos no paramos de pensar en qué hubiera pasado si, como se anunció en un principio, el guión hubiera venido firmado por David Mamet. Probablemente, el resultado habría sido muy diferente.
© 2001 Mateo Sancho Cardiel
Imagen propiedad de Universal Pictures