Crítica por Joaquín R. Fernández
No soy un ferviente admirador de la obra de Sam Raimi; de hecho, considero que es, junto a Tarantino, Rodríguez y Smith uno de esos tipos con suerte que, sin un talento especial pero con todas las ganas del mundo, han conseguido introducirse en las selvas de Hollywood. Lo que me entristece no es que estén donde están, sino que a su alrededor tengan un grupito de "amiguetes" que los encumbren en una cima tal vez demasiado alta para ellos (me explico: Columbia estuvo tanteando varios directores para Spiderman, y ciertas webs de cotilleos cinematográficos se echaban las manos a la cabeza por semejantes propuestas; cuando escogieron a Raimi, el entusiasmo fue generalizado y el estudio decidió apostar por él).
No obstante, durante todos estos años Raimi ha sabido aprender de su oficio, y Premonición es un claro ejemplo de ello. Observar Posesión Infernal (horrenda), que no causaba inquietud sino risa, y luego hacer lo propio con Premonición, donde sucede todo lo contrario, sirve como prueba de que Raimi es un cineasta inteligente, pues ha sabido corregir sus errores. Aquí no trata de impactarnos con imágenes mareantes y completamente sacadas de contexto (ya saben: ¡yo soy la estrella!), sino que integra perfectamente sus habilidades visuales con la narración, moderándolas de tal modo que consigue un conjunto armonioso y eficaz. Si encima transmite al espectador los ambientes agobiantes de la película (y no hablo sólo de aquéllos que incluyen elementos fantásticos, sino sobre todo de lo bien que capta la opresión que siente la protagonista al vivir en un pueblo), entonces podemos decir que, si hay algo que no funciona en el filme, esta vez la culpa no es de Raimi (disculpémosle por el exagerado y tópico uso que hace de las tormentas).
Porque, si bien los personajes de Premonición están bastante bien trazados, no sucede lo mismo con la historia; en ella, lo previsible no quiere abandonarnos nunca, y basta comprobarlo viendo cómo los guionistas, Billy Bob Thornton y Tom Epperson, nos presentan, antes del desenlace final, a los tres sospechosos de un crimen, para que así nuestras pesquisas nos conduzcan directamente a uno de ellos (muy difícil será que no atinemos). Pero como el viaje ha sido placentero, la puesta en escena elegante y los momentos a retener en nuestra mente intensos (las amenazas de Donnie a Annie; el enfrentamiento entre Buddy y Donnie; la aparición del cadáver en la laguna; las visiones de Annie; el clímax final), uno sale del cine pensando que ha merecido la pena el pago de la entrada. Y a todo ello hay que añadirle un reparto magnífico, con una Cate Blanchett esplendorosa que, según avanza la trama, va perdiendo su habitual temple.
No obstante, Giovani Ribisi, Keanu Reeves, Greg Kinnear, Katie Holmes y Hilary Swank también están muy correctos y aportan su talento a los personajes que interpretan. Christopher Young, autor estimable al que quizás habría que prestar mayor atención, compone una música que se adapta a las imágenes con solidez, gracias al angustioso empleo de la cuerda. Atención a los minutos finales, cuando ya se resuelve todo, pues Young sabe darle una alegría a su composición que, hasta entonces, no había querido emplear (sabia decisión).
© 2001 Joaquín R. Fernández
Imagen © 2000