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Crítica por Joaquín R. Fernández

Desde hace unos años, el cine español ha transformado acertadamente su contenido para acercarse a un público que, en general, le daba la espalda. Jóvenes talentos se han ido adueñando de las carteleras a través de entretenidas historias a las que se las mima con una factura digna de Hollywood. Una vez vista El Espinazo del Diablo, el mexicano Guillermo del Toro podría encuadrarse tranquilamente en este grupo.

Lejos de ser una historia de fantasmas al uso (es decir, "de susto en susto y vuelvo a asustar porque me toca"), se presenta más bien como una narración de atmósferas inquietantes y personajes turbadores. Así, el espectador no sabe si le tiene más miedo al fantasma del Hospicio de Santa Lucía o, por el contrario, a las circunstancias reales que rodean a los chiquillos del orfanato. Seres atormentados y prisioneros, no sólo de la guerra, sino también de sus propios temores: Carmen, consumida por un amor no correspondido y humillada al tener que utilizar una pierna ortopédica para poder caminar; Jacinto, atrapado por una crueldad de la que no quiere liberarse; Casares, acobardado por su incapacidad para luchar por aquello en lo que cree; y los niños, que pierden su inocencia nada más traspasar las puertas de aquel centro que es su único hogar (al respecto, ver cuando Carlos es abandonado en el orfanato por su tutor o, más explícito, el momento en el que los muchachos clavan las lanzas de madera a su enemigo). Hermosa en emociones, pues, aunque tópica en su fantasía.

La labor de Guillermo del Toro, que parece decidido a alternar sus películas en inglés y español, es impecable. Ayudado por la exquisita fotografía de Guillermo Navarro, el realizador nos agobia con ambientes inquietantes y situaciones de tensión, bien sean éstas producidas por las apariciones del fantasma (algunas se hacen un tanto largas) o bien debidas a la mano del hombre (el incendio o el bombardeo). Eso sí, hay cierta irregularidad en la trama, es como si ésta estuviera construida a través de fragmentos independientes a los que luego se les ha dotado de un nexo común. En todo caso, la dirección de Guillermo del Toro es portentosa, tanto en lo que respecta a la factura visual del producto como a la de su trabajo con los actores.

Seguramente reputados intérpretes como Marisa Paredes y Federico Luppi, ambos magníficos, no precisen de excesivas explicaciones sobre cómo desarrollar sus papeles, pues ya son muy sabios en esto del cine, pero no hay duda de que no sucede lo mismo con los niños. Por ello, es increíble la naturalidad con la que éstos se mueven delante de la cámara, y sobre todo las emociones que son capaces de transmitir (en este sentido, destacar a Fernando Tielve como Carlos y a Íñigo Garcés como Jaime). El que en ocasiones está un poco pasado es Eduardo Noriega, aunque su interpretación física es aceptable.

Javier Navarrete compone una música de eficaz acompañamiento a las tenebrosas imágenes de Guillermo del Toro. Destacan pasajes cumbre, como los que transcurren antes de la explosión, y me llama la atención el parecido existente entre una de sus músicas y el tema central de Regreso al Paraíso.

© 2001 Joaquín R. Fernández

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El Espinazo del Diablo
(The Devil's Backbone)


Imagen © 2001

Dirección: Guillemo del Toro.
Paises: España / México.
Año: 2001.
Duración: 106 min.
Interpretación: Marisa Paredes (Carmen), Eduardo Noriega (Jacinto), Federico Luppi (Dr. Casares), Irene Visedo (Conchita), Fernando Tielve (Carlos), Íñigo Garcés (Jaime), José Manuel Lorenzo (Marcelo), Paco Maestre (El Puerco).
Guión: Guillermo del Toro, Antonio Trashorras y David Muñoz.
Producción: Agustín Almodóvar y Berta Navarro.
Música: Javier Navarrete.
Fotografía: Guillermo Navarro.
Montaje: Luis de la Madrid.
Dirección artística: César Macarrón.
Dirección de producción: Esther García.