Crítica por Mateo Sancho Cardiel
Tanto "Secretos del corazón" como "La lengua de las mariposas" me dejaron bastante frío porque el tema de la infancia me quedaba todavía demasiado reciente, pero con "El bola" he visto la versión definitiva, la real de este mundo de la infancia, a menudo infravalorado, puesto que es mucho más complejo y duro de lo que los adultos suelen apreciar. En su primera parte, esta película nos muestra con maestría las relaciones entre un grupo de niños de clase media baja huyendo de los tópicos y respondiendo a la realidad, en la que todos nos reconoceremos en uno u otro momento. Cómo los niños, pese a su falta de madurez, pueden afrontar grandes problemas con una especie de protección natural que les hace cerrar puertas en su mente que un adulto tal vez no sería capaz de cerrar, con esa capacidad de abstracción que les deja ser felices pese a todo. Porque ahí está ese niño llamado Pablo, con la "Bola" en el bolsillo que le ha dado el apodo y le da suerte. Pero ¿qué suerte? La suerte de llegar a su casa y que su padre tal vez sólo le de un par de cachetes y no la paliza de costumbre.
Un historia conmovedora que Achero Mañas nos cuenta con el corazón, y allí directa nos llega a nosotros. Cómo los malos tratos tiñen de negro la inocencia de esa ternura de niño, mientras la justicia no es capaz de hacer nada, y sólo puede refugiarse en la amistad con Alfonso, el compañero nuevo del colegio que le enseñará los verdaderos valores de la amistad, la familia y que, finalmente, le ayudará a enfrentarse al terrible problema que le atormenta y que vive en silencio. A ese padre cobarde que sólo sabe refugiarse en su superioridad física para imponer sus estúpidos criterios, que confunde el querer con el dominar y que, además, oculta su verdadero carácter en las paredes de su casa y descargas sus iras con los que sí le quieren.
Achero Mañas muestra en su primera película un aún sin pulir talento muy a tener en cuenta para el futuro, con un guión espléndido, diálogos que son oro puro, un ritmo excelente y, sobre todo, una magnífica dirección de actores. Desde el primer hasta el último intérprete está magnífico en su anonimato, en su unificación con el personaje. Pero se lleva la palma ese prodigio de naturalidad que es Juan José Ballesta, "El Bola". Sabe imprimir en los diálogos, con esa mirada cándida y profunda, una sinceridad atípica en un niño de su edad y soporta de manera portentosa los momentos más dramáticos (y son francamente dramáticos) de la película. Estos momentos, pertenecientes a la segunda y última parte de la película, son los más brillantes, por encima de la notable primera parte, porque es cuando el mensaje cobra un significado universal, cuando el espectador ya se siente herido en el alma con esta historia desgarradora, pero a la vez esperanzadora.
Para terminar, resumir todo lo anterior en una recomendación entusiasta de que vayan a ver esta maravilla de película. Esta película encantará a todo el que tenga corazón.
© 2001 Mateo Sancho Cardiel