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Crítica por Joaquín R. Fernández

Rara vez encontramos en la gran pantalla producciones que centren todo su argumento en el mundo de las carreras automovilísticas. Hemos visto competiciones deportivas de todo tipo, pero, por alguna extraña razón, filmes como Días de Trueno no acaban de convencer al respetable. Desde luego, Driven no conseguirá que el público cambie de opinión. No es ya que su guión concentre las mayores convenciones que a uno se le puedan pasar por la cabeza (dos hombres luchando por una mujer y un piloto frustrado que vuelve a las carreras), sino que el verdadero problema se encuentra en la aborrecible estética que se ha adoptado para transformar en imágenes las palabras escritas por Sylvester Stallone.

El principal atractivo de Driven, el espectáculo, se disipa por culpa del nefasto Renny Harlin, que se decanta por ofrecernos un producto destinado exclusiva y descaradamente al público más joven, con líos amorosos de instituto y escenas con diálogos que apenas duran un minuto. De hecho, el director convenció a Stallone para que dejara a un lado su planteamiento inicial, mucho más adulto, y se centrara en los retoños (Kip Pardue, Estella Warren, Til Schweiger y Cristián de la Fuente), sin duda pensando en lo sugerente que esto sería de cara a la taquilla. Por si no fuera suficiente, el señor Harlin no duda en martirizarnos con una sucesión de interminables videos musicales que anteceden a cada carrera y que, sin duda, servirán para que las canciones se vendan mejor en el compacto correspondiente. Pero, empeñado en satisfacer hasta el exceso al público al que se dirige, incluso mantiene este estilo durante las carreras, consiguiendo que no nos enteremos de absolutamente nada (menos mal que hay locutores...). Además, los rugidos de los motores se ven apagados por una música machacona que define a la perfección las pretensiones del producto, mientras que los escasos accidentes que presenciamos se cubren con la esencia de Matrix, resultando en realidad grotescos e innecesarios (los coches vuelan con cada golpe, y lo hacen a cámara lenta mientras el resto de vehículos continúan circulando a una velocidad superior).

Por tanto, entre la confusión y los pésimos efectos especiales del equipo de Harlin (serán los mismos que hicieron los de Deep Blue Sea, pues son igual de malos), la película se estrella en sus pretensiones, dilapidando su potencial diversión, no ya con su previsible narración, sino con su incomprensiblemente pésima calida técnica. No es culpa de Stallone, por supuesto (incluso tiene una aceptable escena en la que discute con Burt Reynolds), sino de ese mediocre realizador, Renny Harlin, que ya nos ha ofrecido lindezas como las que protagonizara su mujer, Geena Davis (me refiero a las horrorosas La Isla de las Cabezas Cortadas y Memoria Letal).

El señor BT, que no entiendo por qué le dan tantas oportunidades últimamente, compone una sucesión de ritmos machacones que invaden cada minuto del metraje. A su lado, canciones y más canciones forman la banda sonora de una cinta creada con la intención de contentar a un público que, nada más salir del cine, se olvida de todo lo que ha visto. En fin, al menos se comporta decentemente en los momentos dramáticos, conformémonos con eso.

© 2001 Joaquín R. Fernández

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Driven
(Driven)


Imagen © 2001

Dirección: Renny Harlin.
Países: Canadá, USA.
Año: 2001.
Duración: 116 min.
Interpretación: Sylvester Stallone (Joe Tanto), Burt Reynolds (Carl Henry), Kip Pardue (Jimmy Bly), Stacy Edwards (Luctretia Clan), Til Schweiger (Beau Brandenburg), Gina Gershon (Cathy), Estella Warren (Sophia Simone), Cristián de la Fuente (Memo Heguy), Brent Briscoe (Crusher), Robert Sean Leonard (Demille Bly).
Guión: Sylvester Stallone; basado en una historia de Jan Skrentny y Neal Tabachnick.
Producción: Renny Harlin, Elie Samaha y Sylvester Stallone.
Música: BT.
Fotografía: Mauro Fiore.
Montaje: Steve Gilson y Stuart Levy.
Diseño de producción: Charles Wood.
Dirección artística: Chris Cornwell.
Vestuario: Mary McLeod.
Decorados: Gordon Sim y Michael V. Nichols.