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Crítica por Joaquín R. Fernández

Ya saben lo que sucede cuando un actor patrio consigue fama y renombre mundial: la envidia hace acto de presencia y las alabanzas se transforman en hostiles dardos dispuestos a destrozar la reputación del artista. Eso le ha sucedido a Antonio Banderas, a pesar de que se afana en contentar a los múltiples paparazzis que lo asolan cada vez que se acerca por España, y eso mismo le está sucediendo a Penélope Cruz, que recibe críticas por doquier de sus compatriotas. Cierto que no está teniendo mucho éxito en su carrera comercial por los Estados Unidos, pero es injusto echarle la culpa a ella de dichos fracasos cuando hay gente de la talla de John Madden, Billy Bob Thornton y Stephen Frears de por medio. ¿Acaso no se trata de una debacle colectiva? ¿O es que a Nicolas Cage y a Matt Damon no les afectan semejantes fiascos? El verdadero problema está en que ha existido una campaña publicitaria sin precedentes para encumbrar al estrellato a la actriz española, y sin embargo aún no ha dado sus frutos. Destrozarla con comentarios completamente injustificados (digan lo que digan es un imán en la pantalla), sólo sirve para consolidar todavía más uno de los deportes nacionales: deleitarse con la caída de los que lograron llegar a lo más alto.

El problema de La Mandolina del Capitán Corelli no es, pues, Penélope Cruz, sino la falta de una necesaria química en la historia de amor que envuelve a Antonio y Pelagia. No es problema de los actores, que ponen toda la pasión en ello (aunque Cage sigue sobreactuando que da gusto), sino de la apatía general que se adueña de uno mientras contempla con indiferencia la primera mitad del filme. Las imágenes y los acontecimientos transcurren ante nuestros ojos sin fulgor, deleitándonos únicamente con la maravillosa puesta de escena de Madden, que sabe aprovechar el magnífico diseño de producción que su equipo le ha puesto en las manos. De ahí que, durante esa parte, resulte más gratificante extasiarse con la fotografía de John Toll que con el pretendido romance de los protagonistas. Hay que esperar a la segunda hora de metraje para encontrar los verdaderos alicientes del guión; la invasión alemana del pueblo griego en el que viven el Doctor Iannis (espléndido John Hurt) y su hija desata la verdadera tragedia que los sacudirá. Cabe elogiar, a su vez, la alegría con la que se escenifica el encuentro de culturas, cuando italianos, alemanes y griegos cantan juntos y vencen la intolerancia y los recelos que en principio existían entre ellos. Pero, la verdad, lo que es la historia de amor, no convence demasiado (a pesar de la acertada melancolía con la que Penélope Cruz representa a su personaje). Por si fuera poco, el final se alarga innecesariamente, a pesar de que se nota la tijera que los productores seguramente han impuesto al director (lo del terremoto es de risa, la verdad). Una verdadera pena...

Stephen Warbeck, que nos asombró en su día con su memorable partitura para Shakespeare in Love, nos ofrece ahora una agradable música que discurre suavemente a través de la narración; no hay nada original en ella, pero aporta momentos de indiscutible talento, como se ve en los instantes posteriores a la explosión de la bomba en la playa.

© 2001 Joaquín R. Fernández

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La Mandolina del Capitán Corelli
(Captain Corelli's Mandolin)


Imagen © 2000

Dirección: John Madden.
Países: Reino Unido, Francia, USA.
Año: 2001.
Duración: 131 min.
Interpretación: Nicolas Cage (Capitán Antonio Corelli), Penélope Cruz (Pelagia), John Hurt (Dr. Iannis), Christian Bale (Mandras), David Morrissey (Capitán Weber), Irene Papas (Drosoula), Patrick Malahide (Coronel Barge), Aspasia Kralli (Sra. Stamatis), Mihalis Giannatos (Kokolios), Gerasimos Skiadaressis (Stamatis).
Guión: Shawn Slovo; basado en el libro homónimo de Louis de Bernières.
Producción: Tim Bevan, Eric Fellner, Mark Huffam y Kevin Loader.
Música: Stephen Warbeck.
Fotografía: John Toll.
Montaje: Mick Audsley.
Diseño de producción: Jim Clay.
Dirección artística: Gary Freeman.
Vestuario: Alexandra Byrne.
Decorados: John Bush.