Crítica por Fernando Bernal
Después de dejarnos con la boca abierta y aterrarnos con 'Funny games' (1997), Michael Haneke presenta su nueva incursión en el infierno de lo cotidiano con 'Código desconocido' (2000). Si en su anterior obra afrontaba la influencia de los medios audiovisuales y la ola de violencia que sacude el centro de Europa, ahora, adopta un tono de mayor universalidad al enfrentarse con el problema de la inmigración, la falta de raíces y el desarraigo. El director y dramaturgo austríaco mantiene abiertas las dos vías ideológicas de su meditado concepto narrativo: por una parte el análisis casi sociológico de la violencia en los entornos aparentemente más plácidos (familia, amigos, vecinos, etc.) y, por otra, la experimentación continua sobre el lenguaje cinematográfico y sus múltiples posibilidades.
En 'Código desconocido' Haneke decide sólo apuntar, es decir, abrir caminos de debate y reflexión en torno a estas dos apasionantes cuestiones, en detrimento de la historia, lo que deriva en que el espectador asiste a una película aparentemente inconexa, turbia en sus planteamientos de guión, pero que se revela muy atractiva según avanza su metraje. 'Código desconocido' es una obra coral, con el protagonismo repartido entre casi una decena de personajes, y en donde el azar -los encuentros, casualidades y desencuentros- se convierten en el motor de la narración. Sin embargo, cada historia adquiere sentido por si sola, no necesita del resto para vivir y en este punto es donde Haneke reivindica, una vez más, la condición de apunte de su filme, compuesto por bosquejos tan precisos que logran transmitir al espectador la carga brutal de denuncia y desesperación que llevan dentro.
Un encuentro fortuito entre una aspirante actriz, un emigrante senegalés y una mendiga rumana desata una pesadilla en la que la realidad de la brillante Europa unificada (con más diferencias y odio entre los pueblos de lo que en realidad nos cuentan) y la carga de incomunicación en el sofisticado mundo moderno se tornan terroríficos e insufribles a través de los ojos de Michael Haneke. El director austríaco justifica su fama de creador personal y hace del plano secuencia, explotado hasta el límite de sus posibilidades, su herramienta más útil de trabajo y análisis convirtiendo en ocasiones la pantalla en un verdadero campo de experimentación sobre el lenguaje fílmico.
Sólo una actriz como Juliette Binoche con el talento y la capacidad para transmitir a través del silencio que se esconde detrás de su bello rostro puede cargar sobre sus espaldas este filme de vidas cruzadas. Sin embargo, Haneke distribuye a la perfección los momentos de lucimiento de su desconocido y lleno de talento grupo de actores para alcanzar el equilibrio indispensable en este género que vive un verdadero auge.
Lo apuntando en 'Funny games' queda, por tanto, confirmado con creces en 'Código desconocido'. Quizás alguien, aunque sea en vídeo, decida recuperar los tres títulos anteriores de Michael Haneke, un director que cuestiona la validez de la realidad representada e, incluso, si es cierto todo lo que vemos y oímos, pese a dedicarse a ese apasionante oficio de relatar con imágenes la ficción. Los tres premios conseguidos en Cannes por 'La pianista' pueden ser un buen motivo para volver a disfrutar pronto de su apasionante concepción de la realidad mentirosa lo que, comúnmente, se conoce como cine.
© 2001 Fernando Bernal
Imagen © 2000