Crítica por Mateo Sancho Cardiel (51º Festival de Berlín)
Hay películas que yo no acabo de comprender cómo llegan a ser realizadas, y "La Ciénaga" es una de ellas. Y es que es un producto que no aporta absolutamente nada al espectador, ni en cuanto a estilo visual, ni en cuanto a argumento, personajes o dirección.
Por un lado, me despista enormemente el premio que recibió en Sundance al mejor guión. ¿Qué guión? "La Ciénaga" no tiene guión. Los acontecimientos que ocurren no tienen mayor relevancia, las relaciones entre los personajes están trazadas con pulso desmadrado y el desenlace no se puede considerar como tal. Francamente, a tan sólo unas horas de su proyección, apenas puedo recordar con claridad cómo es el desarrollo argumental de esta película.
Yo sólo salvaría algún golpe de humor que nos refleja la particular manera de vivir de estos personajes. Quizá porque están acostumbrados a convivir con ella, siempre me sorprende -en las películas y en la realidad- la escasa importancia de la muerte en sus vidas, valga la paradoja. Hay una especie de despreocupación generalizada que hace que cunda el despropósito y la vagancia. No hay prisas porque tampoco hay objetivos y a uno no le queda más que encomendarse a una fe ciega que hace aparecer, como en la película, vírgenes en pilonas de cemento. Por otro lado, destaco la pasmosa naturalidad de cada intérprete. Y muy poco es lo que tengo que añadir a estos pocos puntos positivos, y prefiero no ensañarme más con los negativos.
En definitiva, "La Ciénaga" es una película que a mí me da la impresión de que juega al despiste con el espectador. Una tomadura de pelo, vamos.
© 2001 Mateo Sancho Cardiel
Imagen © 2000