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Crítica por Miguel Á. Refoyo

Ridículo y estrafalario concurso de disfraces:
Demme se estrella con un empalagoso discurso moral sobre la droga y sus consecuencias que incluyen en su pretenciosidad la destrucción de un filme ya de por sí vacío Cuando un espectador entra en la sala de cine a ver el gran 'bombazo' de taquilla, el encumbramiento de la estrella internacional Penélope Cruz y la unión de los talentos demostrados de Johnny Depp y Ted Demme, está seguro de que ha asistido a una buena combinación. Más si tenemos en cuenta que la acción gira en torno al mundo de la droga, un tema que ha dado grandes obras cinematográficas a lo largo de los últimos años. Pues de entrada, como prefacio, éste es el primer y gran error de una cinta totalmente luctuosa se analice por donde se analice. En sus primeros planos 'Blow', artera cinta del mismo director de filmes interesantes como 'Beautiful Girls' o 'Monument Avenue', arranca con fuerza, con un prólogo colombiano que se desvanece tan sólo segundos después. En el mismo instante en que aparece en pantalla Johnny Depp dando vida a George Jung, personaje real que se alzó con un puesto de capo de la droga en la Norteamérica de los 70 para caer en picado a los abismos del fracaso. La procelosa vida de este individuo y su agitada trayectoria delictiva supone una promesa argumental llena de atractivos que cae, convertida en guión por Nick Cassavetes y David McKenna sin ningún atisbo de salubridad, en la peor y más pronta agonía del último cine comercial. Desde el mismo instante en el que Depp aparece con una fortuita y nunca buscada efigie envejecida y abultada para narrar un 'flash-back', los hilos de la trama quedan tan romos desde su origen que al mínimo 'soplido' la cinta cae en su propia y dolorosa estigma de ostracismo y autoconvencimiento. 'Blow ' no es más que el enésimo tratamiento del 'sueño americano' , de la riqueza surgida del aplomo del ciudadano pequeño que se hace grande, que obtiene la riqueza y la fama por cualquier vía necesaria. El filme de Demme se coloca desde esta posición moral para narrar al espectador aquella variante que se refiere al camino más rápido de obtener ese sueño: la delincuencia y el tráfico de droga como consecución de la opulencia adquisitiva que acabará, como buena admonición, en la llamada 'Tragedia Americana'.

Desde ese punto de vista púdico y falsamente edificante Demme construye una absurda fábula en la que su mensaje ético y adoctrinador, de forma gradual, tizna de insoportable flaccidez y empalago una película llena de situaciones con intencionalidad consecuente subvertidas en estupidez imprecisa, rebosante a su vez de una moralina carente de sentido. Ejemplo de ello es la visión de un Depp envejecido en la cárcel conjeturando sus propios anhelos al final de 'Blow'. Una de las secuencias más patéticas y risibles de su filmografía. Siguiendo esta línea paralela a un epigrama barato de cualquier ministerio de cultura ("la droga es muy mala y nociva tanto para el que consume como para el que vende") el fallido y hueco guión recurre a todo una galería de mensajes melindrosos y conservadores. Así el padre del protagonista (un correcto Ray Liotta) representa un perdedor honrado para un hijo que, una vez que reconduce su vida, ya demasiado tarde, le admira por lo buen padre que era o la relación de 'culebrón' que mantiene el tal Jung con su hija antes y después de salir de la cárcel. La puntilla a este intento de lagrimeo insustancial llega con el plano final: una foto del George Jung real engalanado con unas estúpidas e inconsecuentes líneas impresas en ella. Bajo este deteriorado discurso hipócrita y recubierto de enormes dosis de desidia e indolencia Demme exhibe una extraña tendencia a la reformulación de imágenes ya vistas, renunciando a su habitual estilo. Efecto que deja ver esa total falta de ideas con una historia frágil y quebradiza que se escuda en el hiperbólico estilo setentero y unas elipsis temporales que ofrecen un ridículo y estrafalario concurso de disfraces por parte de todos los integrantes de un reparto desaprovechado en el que estaba Ethan Suplee, Paul Reubens y Franka Potente.

Mención aparte, de forma desigual, merecen los dos protagonistas españoles de este tormento titulado 'Blow'. Mientras que Jordi Mollà se ve abocado a la sobreactuación del personaje más interesante de la trama, el cual se evapora de la acción sin ningún tipo de apostilla, la esperanza hispana en el cine comercial yanqui, Penélope Cruz, hace de su 'gran' debut en una superproducción una exhibición de horrible interpretación, llena de histerismo e indecencia artística (incluidos pelucones 'marujiles' y chillidos de oveja). 'Pe' entra en Hollywood por la puerta grande con un rol circunscrito al mero ornamento, a la chica comparsa y florero que acompaña a Johnny Depp en su peculiar vía crucis. Una actitud que echa por tierra los grandes logros aquí (y allí) logrados por parte de la actriz madrileña. Ted Demme, por tanto, se estrella, sin concesiones, en una reiteración de despropósitos emanados de la sobredosis de estulticia que coexisten en tanto en el fondo como en la forma de una cinta pretenciosa, vacía y aburrida. Sin duda alguna una decepción que hace aguas por todas las partes. Una verdadera lástima.

© 2001 Miguel Á. Refoyo

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Inhala
(Blow)


Imagen © 2001

Dirección: Ted Demme.
País: USA.
Año: 2001.
Duración: 124 min.
Interpretación: Johnny Depp (George Jung), Penélope Cruz (Mirtha), Franka Potente (Barbara), Paul Reubens (Derek Foreal), Ray Liotta (Fred Jung), Rachel Griffiths, Jordi Mollá.
Guión: Nick Cassavetes y David McKenna; basado en el libro de Bruce Porter.
Producción: Ted Demme, Denis Leary y Joel Stillerman.
Música: Graeme Revell.
Fotografía: Ellen Kuras.
Montaje: Kevin Tent.
Diseño de producción: Michael Z. Hanan.
Dirección artística: David Ensley y Bernardo Trujillo.
Vestuario: Mark Bridges.
Decorados: Melo Hinojosa y Douglas A. Mowat.
Dirección de producción: Susan McNamara y Georgia Kacandes.