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Crítica por Joaquín R. Fernández

Pero, ¿qué demonios le pasa a Disney? Últimamente parece que anda renegando de su estilo, aquél que nos emocionó con sólidos cuentos de hadas destinados a contentar a toda la familia (incluyendo, de vez en cuando, alguna que otra licencia, tal y como sucedió en El Jorobado de Notre Dame). Entonces, ¿a qué viene ahora esa obsesión por abandonar su marca de fábrica para, al final, confeccionar un producto que no posee su magia habitual? Con Tarzán habían logrado un equilibrio pasmoso entre lo clásico y lo tradicional; para experimentar ya tienen a la gente de Pixar, que ha hecho películas tan ingeniosas y divertidas como las de la saga Toy Story. En definitiva, ¿por qué Disney se tiene miedo a sí misma? No estoy diciendo que Atlantis. El Imperio Perdido sea un producto completamente prescindible. Al contrario, es un agradable divertimento que mantiene un buen ritmo y que presenta vibrantes y grandiosas secuencias de acción (el ataque de la langosta gigante o la batalla final, por ejemplo). Pero, ¿no encontrábamos lo mismo en Titán A.E.? No hay nada que la distinga de otros filmes de animación de la competencia, no dejando ninguna huella en el espectador; se deja ver, sí, pero se olvida tan pronto como aparecen los títulos de crédito finales.

Particularmente, me pareció más tediosa la primera parte del metraje, siendo su segunda mitad un despertar en emociones e interés. Es aquí donde se nota la mano adulta de Gary Trousdale y Kirk Wise, con la fascinante escena en la que la energía vital de la Atlántida engulle a Kida o el momento en el que algunos de los protagonistas descubren cuáles son sus oscuras cartas. Son estos guiños (atención a la presentación de Helga) los que destinan la cinta al público no infantil, habiendo pocas concesiones hacia los más pequeños de la casa.

Desde el punto de vista técnico tampoco hay en Atlantis. El Imperio Perdido un vistoso alarde de lo que el cine de animación puede llegar a ofrecernos. Es más, en los minutos iniciales uno se queda un tanto frío viendo lo sosos que son los escenarios y las calles de Washington (no puedo dejar de recordar las memorables escenas de masas de El Jorobado de Notre Dame; ¿adónde se han ido?). También ha cambiado el trazado habitual de los personajes Disney, ahora más parecidos a los de cualquier serie de televisión estadounidense. Hay un intento de acercarse al "anime" japonés, tanto en la forma como en el fondo, pero se queda sólo en eso, no va más allá.

El año que viene Disney nos presentará dos películas bien distintas. Por un lado, Treasure Planet, una versión espacial de "La Isla del Tesoro" a la que le tengo bastante miedo (¿recuerdan el fracaso comercial de Titán A.E.?). Más interesante parece Lilo & Stich, donde una niña recoge a un animal que es en realidad un alienígena que puede acabar con el mundo. Quizás podría ser interesante si contase con una buena dosis de humor... negro. James Newton Howard decepciona un tanto en su nueva partitura como baluarte de Disney. No aparece todo su genio hasta que los protagonistas llegan a la Atlántida, añadiéndose en toda su partitura un cúmulo de grandilocuentes tópicos que, al menos, resultan tremendamente efectivos. Me quedo con los pasajes más suaves (la música que fluye bajo las conversaciones de Milo y Kida) y las espectaculares piezas que escuchamos cuando parte el submarino o la princesa se ve envuelta por la energía de la Atlántida. Sin duda, son fabulosas.

© 2001 Joaquín R. Fernández

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Atlantis
(Atlantis: The Lost Empire)


Imagen © 2001

Dirección: Gary Fleder.
País: USA.
Año: 2001.
Duración: 113 min.
Interpretación: Michael Douglas (Dr. Nathan Conrad), Brittany Murphy (Elisabeth Burrows), Sean Bean (Patrick Koster), Skye McCole Bartusiak (Jessie Conrad), Famke Janssen (Aggie Conrad), Jennifer Esposito (Detective Sandra Cassidy), Guy Torry (Martin J. Dolen), Oliver Platt (Dr. Louis Sachs), Shawn Doyle (Russel Maddox), Victor Argo (Sydney Simon).
Guión: Anthony Peckham y Patrick Smith Kelly; basado en la novela de Andrew Klavan.
Producción: Anne Kopelson, Arnold Kopelson y Arnon Milchan.
Coproducción: Andrew Klavan y Nana Greenwald.
Música: Mark Isham.
Fotografía: Amir M. Mokri.
Montaje: Armen Minasian y William Steinkamp.
Diseño de producción: Nelson Coates.
Dirección artística: Dennis Davenport y Kim Jennings.
Vestuario: Ellen Mirojnick.
Decorados: Carolyn Loucks y Justin Scoppa Jr..